Floreciendo/Capítulo tres



Abro la puerta de casa y entro.
-¿Hola?
Nadie responde.
-¿Jace?
Tampoco obtengo respuesta. Me empiezo a asustar. Oigo un ruido de cubiertos en la cocina. Lentamente, me acerco y miro por la puerta. Tengo que ahogar un grito. Lo que me encuentro ahí es un verdadero horror. Jace está tirado en el suelo, con la cara blanca y una mancha de sangre en el pecho. A su lado está también mi madre, en la misma situación. En el lavabo, hay un hombre, lavando un cuchillo lleno de sangre. Salgo de la cocina y voy decidida hasta el salón, mientras las lágrimas se escurren silenciosamente por mi mejilla. Abro el cajón de la cómoda y saco la pistola que mi padre siempre tiene guardada. Sea quien sea ese hombre, lo voy a matar. Con la cara llena de lágrimas y el corazón a mil por hora, me acerco a la cocina, pistola en mano. Me tiembla el pulso mientras apunto al hombre. Nunca he disparado a nadie. Entonces, el hombre se da la vuelta. Es en ese momento, justo cuando estoy a punto de apretar el gatillo, me doy cuenta de que no puedo. No puedo porque el hombre que lleva un cuchillo en la mano, el que ha matado a mi hermano y a mi madre, ese hombre, es mi padre.



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Catnip.